Mostrando entradas con la etiqueta diversidad cultural. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta diversidad cultural. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de abril de 2014

Cultura: un asunto de perspectiva

Pese a que cuando decimos “cultura”, lo primero que nos viene a la cabeza puede ser una definición muy simple, lo cierto es que resulta algo tremendamente complicado de definir, pues al profundizar en él, encontramos dudas que nos hacen replantearnos nuestra propia definición inicial.

Comenzando con la confección de la definición empezamos por atribuir a la cultura un carácter artificial, es decir, la cultura se distingue de la naturaleza en cuanto a que la naturaleza proviene de fuera del ser humano mientras que la cultura es creación del hombre. En este sentido podemos concluir que en una definición completa de cultura debe ir incluido que “nace” del ser humano y hasta donde este puede llegar.
Pero ¿qué tiene que opinar otras disciplinas sobre lo que puede ser considerado cultura? Desde una concepción humanista (finales del siglo XVIII) la cultura es imbuida de diferentes características:

·         Procesual: se adquiere por entrenamiento y educación.
·         Selectiva y restrictiva: se identifica con el cultivo de cualidades.
·         Jerarquizadora o estratificadora: las personas cultas son aquellas que adquieren formas de elite. Existe baja y alta cultura.
·         Carismática: las manifestaciones culturales expresan cualidades de los y las creadoras.
·         Normativa y canónica: solo el resultado de algunas obras merecen ser reconocidas como cultura. Unas son mejores que otras.

Por supuesto, estas atribuciones tuvieron sus críticas, tachándola de clasista.

Por su parte la antropología también tiene su propia definición de cultura, en este caso fue Taylor (1871) quien la definió como “la totalidad compleja que incluye conocimientos, arte, moral, derecho, costumbres y todas las demás capacidades y hábitos que el hombre adquiere como miembro de la sociedad”. En la visión antropológica, al igual que en la humanista también se otorgan ciertas características a la cultura:

·         Aprendida, no genética y constitutiva del ser humano.
·         Colectiva y pública.
·         Un sistema de símbolos, en información transmitida por aprendizaje social.
·         Plural. Hay tantas culturas como grupos humanos, por lo tanto es relativa.
·         Universal e inclusiva porque todos los seres humanos están constituidos culturalmente.
·         Práctica. Es antes una actividad que una forma de conocimiento.

Por supuesto esta definición también recibió criticas, pues la antropología tiende a ver la cultura como sistemáticas e integradas, y una relación armónica entre cultura y sociedad. Ve a los grupos sociales como homogéneos  olvidando fenómenos tan contemporáneos como el poder de las clases sociales y la dominación de la elite.
Desde la sociología se entiende el fenómeno de la cultura desde dos aproximaciones: en sentido manifiesto, haría referencia a un área de la práctica humana. Este tipo de acción es conscientemente practicada como tal. Y en un sentido latente la cultura permeabiliza todo aquello que es social.

También desde el ámbito de la gestión cultural se ha realizado una definición entendiendo la cultura como un  conjunto de actividades y productos de carácter simbólico, realizadas en los ámbitos intelectual, artístico, social y recreativo, concebidos con carácter creativo.

Por supuesto encontraremos definiciones de cultura en decenas de manuales de infinidad de disciplinas y cada una atiende a las necesidades de esta disciplina. En nuestro caso como educadores sociales una definición sencilla será suficiente: conjunto de elementos simbólicos, significados y comportamientos compartidos por una comunidad o grupo humano mientras que también es un campo o sector de la actividad humana centrado en el uso y manipulación de símbolos que nutre se nutre de ese universo simbólico y lo transforma. (Carles Monclús).

En definitiva la cultura y su significado intrínseco siempre será tema de debate, y al igual que en el pasado Ariño, Baumann y otros han reflexionado sobre ella, en el futuro otros pensadores lo seguirán haciendo.







sábado, 19 de abril de 2014

Democracia cultural y Democratización de la cultura

Las dos grandes tendencias de la política cultural son la democratización de la cultura y la democracia cultural; y aunque puedan parecer lo mismo, no lo son; son todo lo contrario.
La democratización de la cultura trata de facilitar el acceso de todos a la cultura. Está asociado, por ejemplo, a la animación a la lectura (acercar a los ciudadanos a algo ya hecho).
En cambio, la democracia cultural se basa en el derecho de todo el mundo a participar en la vida cultural, no a su acceso, sino a la participación. Esta función de las artes genera un cambio en la manera de percibir la cultura; es una lucha contra la cultura dominante, contra la “única cultura”, y un grito a la participación y a la mezcla de culturas, a la aportación de un granito de arena de cada ciudadano para enriquecernos.
En la siguiente tabla plasmamos de manera más clara las diferencias entre estos dos conceptos:

Democratización de la cultura
Democracia cultural
Facilita el acceso a todos los ciudadanos a las actividades culturales
Potencia que los ciudadanos creen y participen de su propia cultura
Destinatarios pasivos de cultura
Destinatarios activos, participantes y creadores de cultura
Compensa la desigualdad de acceso a la cultura y potencia la creación profesional
Desarrolla la creatividad y reflexión de los ciudadanos
Se valora el producto
Se valora el proceso
Se valora la repercusión económica de las actividades culturales
Se valora la repercusión social de las actividades culturales y su efecto en la mejora de la calidad de vida
Se trata de gestión cultural
Se trata de animación sociocultural

Hemos encontrado un texto copiado de García Canlíni, Néstor (1987)."Políticas culturales y crisis del desarrollo: un balance latinoamericano" donde se explica perfectamente la idea que aquí queremos reflejar. Lo hemos acortado porque nos parecía demasiado largo para plasmarlo aquí por completo, pero lo podéis leer en http://investigacion.udgvirtual.udg.mx/mogescul/index.php?cID=85

Las críticas a la democratización difusionista han llevado a formular un paradigma alternativo. “Su contenido, afirma Vidal-Beneyto, apunta más a la actividad que a las obras, más a la participación en el proceso que al consumo de sus productos.” […] esta concepción defiende la coexistencia de múltiples culturas en una misma sociedad, propicia su desarrollo autónomo y relaciones igualitarias de participación de cada individuo en cada cultura y de cada cultura respecto de las demás. Puesto que no hay una sola cultura legítima, la política cultural no debe dedicarse a difundir sólo la hegemónica sino a promover el desarrollo de todas las que sean representativas de los grupos que componen una sociedad.
Este paradigma no se limita a acciones puntuales, sino que se ocupa de la acción cultural con un sentido continuo (a través de toda la vida y en todos los espacios sociales), y no reduce la cultura a lo discursivo o lo estético, pues busca estimular la acción colectiva a través de una participación organizada, autogestionaria, reuniendo las iniciativas más diversas (de todos los grupos, en lo político, lo social, lo recreativo, etc.). Además de transmitir conocimientos y desarrollar la sensibilidad, procura mejorar las condiciones sociales para desenvolver la creatividad colectiva. Se intenta que los propios sujetos produzcan arte y la cultura necesarios para resolver sus problemas y afirmar o renovar su identidad.
[…]
La democracia sociocultural es, sobre todo, el proyecto de movimientos y grupos alternativos.  […] A veces son organismos de extracción religiosa, otros representan intentos de hacer política en contacto directo con sectores populares […], algunos son movimientos de trabajo educativo o cultural (grupos de teatro, de música, etcétera).
Nos parece que estos movimientos han logrado, más que otras organizaciones, socializar la ideología democrática, antes restringida a las élites y sectores medios, entre las clases populares […].
Desde principios de los ochenta se vienen haciendo evaluaciones críticas de este trabajo alternativo. Quizá sea Chile uno de los países donde estos movimientos tuvieron más desarrollo y también donde se viene repensando mejor sus dificultades y limitaciones. […] Como dice Brunner, la corta eficacia de estos movimientos hace depender su futuro de la manera en que se responda a algunas preguntas: ¿pueden encontrarse “formas de ´centralización´ que no destruyan su propia base de implantación dispersa, localista”, que no reincidan en el burocratismo? ¿No exige el crecimiento de estos proyectos alternativos plantearse políticas de transformación para las principales instituciones culturales del Estado, para el propio Estado, y propuestas de reordenamiento del mercado simbólico, como lugar clave de organización de la cultura en las sociedades de masas, desde una perspectiva popular?

Y para finalizar, queríamos aportar una reflexión personal: como dijo Karl Marx “La ideología pertenece a las clases dominantes”, es hora de cambiar y evitar que la ideología (cultura) siga siendo un elemento opresor, haciéndonos dueños, todos, cada ciudadano, de nuestra cultura; ¿cómo?, mediante la democracia cultural.