sábado, 19 de abril de 2014

Democracia cultural y Democratización de la cultura

Las dos grandes tendencias de la política cultural son la democratización de la cultura y la democracia cultural; y aunque puedan parecer lo mismo, no lo son; son todo lo contrario.
La democratización de la cultura trata de facilitar el acceso de todos a la cultura. Está asociado, por ejemplo, a la animación a la lectura (acercar a los ciudadanos a algo ya hecho).
En cambio, la democracia cultural se basa en el derecho de todo el mundo a participar en la vida cultural, no a su acceso, sino a la participación. Esta función de las artes genera un cambio en la manera de percibir la cultura; es una lucha contra la cultura dominante, contra la “única cultura”, y un grito a la participación y a la mezcla de culturas, a la aportación de un granito de arena de cada ciudadano para enriquecernos.
En la siguiente tabla plasmamos de manera más clara las diferencias entre estos dos conceptos:

Democratización de la cultura
Democracia cultural
Facilita el acceso a todos los ciudadanos a las actividades culturales
Potencia que los ciudadanos creen y participen de su propia cultura
Destinatarios pasivos de cultura
Destinatarios activos, participantes y creadores de cultura
Compensa la desigualdad de acceso a la cultura y potencia la creación profesional
Desarrolla la creatividad y reflexión de los ciudadanos
Se valora el producto
Se valora el proceso
Se valora la repercusión económica de las actividades culturales
Se valora la repercusión social de las actividades culturales y su efecto en la mejora de la calidad de vida
Se trata de gestión cultural
Se trata de animación sociocultural

Hemos encontrado un texto copiado de García Canlíni, Néstor (1987)."Políticas culturales y crisis del desarrollo: un balance latinoamericano" donde se explica perfectamente la idea que aquí queremos reflejar. Lo hemos acortado porque nos parecía demasiado largo para plasmarlo aquí por completo, pero lo podéis leer en http://investigacion.udgvirtual.udg.mx/mogescul/index.php?cID=85

Las críticas a la democratización difusionista han llevado a formular un paradigma alternativo. “Su contenido, afirma Vidal-Beneyto, apunta más a la actividad que a las obras, más a la participación en el proceso que al consumo de sus productos.” […] esta concepción defiende la coexistencia de múltiples culturas en una misma sociedad, propicia su desarrollo autónomo y relaciones igualitarias de participación de cada individuo en cada cultura y de cada cultura respecto de las demás. Puesto que no hay una sola cultura legítima, la política cultural no debe dedicarse a difundir sólo la hegemónica sino a promover el desarrollo de todas las que sean representativas de los grupos que componen una sociedad.
Este paradigma no se limita a acciones puntuales, sino que se ocupa de la acción cultural con un sentido continuo (a través de toda la vida y en todos los espacios sociales), y no reduce la cultura a lo discursivo o lo estético, pues busca estimular la acción colectiva a través de una participación organizada, autogestionaria, reuniendo las iniciativas más diversas (de todos los grupos, en lo político, lo social, lo recreativo, etc.). Además de transmitir conocimientos y desarrollar la sensibilidad, procura mejorar las condiciones sociales para desenvolver la creatividad colectiva. Se intenta que los propios sujetos produzcan arte y la cultura necesarios para resolver sus problemas y afirmar o renovar su identidad.
[…]
La democracia sociocultural es, sobre todo, el proyecto de movimientos y grupos alternativos.  […] A veces son organismos de extracción religiosa, otros representan intentos de hacer política en contacto directo con sectores populares […], algunos son movimientos de trabajo educativo o cultural (grupos de teatro, de música, etcétera).
Nos parece que estos movimientos han logrado, más que otras organizaciones, socializar la ideología democrática, antes restringida a las élites y sectores medios, entre las clases populares […].
Desde principios de los ochenta se vienen haciendo evaluaciones críticas de este trabajo alternativo. Quizá sea Chile uno de los países donde estos movimientos tuvieron más desarrollo y también donde se viene repensando mejor sus dificultades y limitaciones. […] Como dice Brunner, la corta eficacia de estos movimientos hace depender su futuro de la manera en que se responda a algunas preguntas: ¿pueden encontrarse “formas de ´centralización´ que no destruyan su propia base de implantación dispersa, localista”, que no reincidan en el burocratismo? ¿No exige el crecimiento de estos proyectos alternativos plantearse políticas de transformación para las principales instituciones culturales del Estado, para el propio Estado, y propuestas de reordenamiento del mercado simbólico, como lugar clave de organización de la cultura en las sociedades de masas, desde una perspectiva popular?

Y para finalizar, queríamos aportar una reflexión personal: como dijo Karl Marx “La ideología pertenece a las clases dominantes”, es hora de cambiar y evitar que la ideología (cultura) siga siendo un elemento opresor, haciéndonos dueños, todos, cada ciudadano, de nuestra cultura; ¿cómo?, mediante la democracia cultural.

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