Las dos grandes tendencias de la política cultural
son la democratización de la cultura y la democracia cultural; y aunque puedan
parecer lo mismo, no lo son; son todo lo contrario.
La democratización de la cultura trata de facilitar
el acceso de todos a la cultura. Está asociado, por ejemplo, a la animación a
la lectura (acercar a los ciudadanos a algo ya hecho).
En cambio, la democracia cultural se basa en el
derecho de todo el mundo a participar en la vida cultural, no a su acceso, sino
a la participación. Esta función de las artes genera un cambio en la manera de
percibir la cultura; es una lucha contra la cultura dominante, contra la “única
cultura”, y un grito a la participación y a la mezcla de culturas, a la
aportación de un granito de arena de cada ciudadano para enriquecernos.
En la siguiente tabla plasmamos de manera más clara
las diferencias entre estos dos conceptos:
Democratización de la cultura
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Democracia cultural
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Facilita el acceso a todos los ciudadanos a las
actividades culturales
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Potencia que los ciudadanos creen y participen de
su propia cultura
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Destinatarios pasivos de cultura
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Destinatarios activos, participantes y creadores
de cultura
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Compensa la desigualdad de acceso a la cultura y
potencia la creación profesional
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Desarrolla la creatividad y reflexión de los
ciudadanos
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Se valora el producto
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Se valora el proceso
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Se valora la repercusión económica de las actividades
culturales
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Se valora la repercusión social de las actividades
culturales y su efecto en la mejora de la calidad de vida
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Se trata de gestión cultural
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Se trata de animación sociocultural
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Hemos encontrado un texto copiado de García Canlíni, Néstor
(1987)."Políticas culturales y crisis del desarrollo: un balance
latinoamericano" donde se explica perfectamente la idea que aquí
queremos reflejar. Lo hemos acortado porque nos parecía demasiado largo para
plasmarlo aquí por completo, pero lo podéis leer en http://investigacion.udgvirtual.udg.mx/mogescul/index.php?cID=85
Las críticas a la democratización
difusionista han llevado a formular un paradigma alternativo. “Su contenido,
afirma Vidal-Beneyto, apunta más a la actividad que a las obras, más a la
participación en el proceso que al consumo de sus productos.” […] esta
concepción defiende la coexistencia de múltiples culturas en una misma
sociedad, propicia su desarrollo autónomo y relaciones igualitarias de
participación de cada individuo en cada cultura y de cada cultura respecto de
las demás. Puesto que no hay una sola cultura legítima, la política cultural no
debe dedicarse a difundir sólo la hegemónica sino a promover el desarrollo de
todas las que sean representativas de los grupos que componen una sociedad.
Este paradigma no se limita a acciones
puntuales, sino que se ocupa de la acción cultural con un sentido continuo (a
través de toda la vida y en todos los espacios sociales), y no reduce la cultura
a lo discursivo o lo estético, pues busca estimular la acción colectiva a
través de una participación organizada, autogestionaria, reuniendo las
iniciativas más diversas (de todos los grupos, en lo político, lo social, lo
recreativo, etc.). Además de transmitir conocimientos y desarrollar la
sensibilidad, procura mejorar las condiciones sociales para desenvolver la
creatividad colectiva. Se intenta que los propios sujetos produzcan arte y la
cultura necesarios para resolver sus problemas y afirmar o renovar su
identidad.
[…]
La democracia sociocultural es, sobre todo,
el proyecto de movimientos y grupos alternativos. […] A veces son organismos de extracción
religiosa, otros representan intentos de hacer política en contacto directo con
sectores populares […], algunos son movimientos de trabajo educativo o cultural
(grupos de teatro, de música, etcétera).
Nos parece que estos movimientos han logrado,
más que otras organizaciones, socializar la ideología democrática, antes
restringida a las élites y sectores medios, entre las clases populares […].
Desde principios de los ochenta se vienen
haciendo evaluaciones críticas de este trabajo alternativo. Quizá sea Chile uno
de los países donde estos movimientos tuvieron más desarrollo y también donde
se viene repensando mejor sus dificultades y limitaciones. […] Como dice
Brunner, la corta eficacia de estos movimientos hace depender su futuro de la
manera en que se responda a algunas preguntas: ¿pueden encontrarse “formas de
´centralización´ que no destruyan su propia base de implantación dispersa,
localista”, que no reincidan en el burocratismo? ¿No exige el crecimiento de
estos proyectos alternativos plantearse políticas de transformación para las
principales instituciones culturales del Estado, para el propio Estado, y
propuestas de reordenamiento del mercado simbólico, como lugar clave de
organización de la cultura en las sociedades de masas, desde una perspectiva
popular?
Y para finalizar,
queríamos aportar una reflexión personal: como dijo Karl Marx “La ideología
pertenece a las clases dominantes”, es hora de cambiar y evitar que la ideología
(cultura) siga siendo un elemento opresor, haciéndonos dueños, todos, cada
ciudadano, de nuestra cultura; ¿cómo?, mediante la democracia cultural.